domingo, diciembre 10, 2006

LO QUE PASA EN LAS CIUDADES



UN CHINO EN BOGOTÁ.

Hace un buen tiempo a mitad de los ochenta, en el primer capítulo de mi vida soñé, añoré, conocer a alguien como Bruce Lee, Jackie Chan o Sho Kosugi, un oriental que me enseñara kung fu para poder defenderme de los niños del parque que me pegaban o me molestaban. Donde veía a un oriental ahí me quedaba boquiabierto con la firme esperanza de poder hacerme su amigo y de esa misma forma lograr tomarle prestados algunos conocimientos típicos, seguramente debía llevar en la sangre algo de monje Shaolín.
Bueno, por esos mismos días mis deseos se hicieron realidad. Eran más un menos las 9:30 am y yo salía como siempre a jugar en el hóstil parque, ese verde lugar en el que no tenía amigos y en el que me rebuscaba juegos o distracciones insólitas. De pronto, me di cuenta que varios niños que detestaba se encontraban con sus tubos Pavco recortados, lanzándole bodoques (Proyectiles) elaborados con hojas de periódico y de revista a un diminuto niño que llevaba un gorrito hecho con periódico. Yo, desde la puerta de mi edificio, me dediqué a analizar la situación del pobre que asumía mi posición de martir pero descubrí que ese nuevo martir se parecía a lo que yo tenía incrustado en mi cabeza por esos tiempos, claro, era un niño chino, sí, era chino, no lo podía creer, un paisano del mismísimo Jackie Chan estaba en mi parque, recibiendo un ataque de esos pendejos que hasta ese día se habían concentrado en oprimirme. En ese instante sentí lo que había escuchado en las películas que tanto me gustan, sentí mi fuerza interior y me paré junto al chino y sin tener que mucitar palabras, la química jugó su mejor papel y entre bodoques y piedras, logramos dominar a los malvados, desde ese día un chino se hizo amigo mío.
Ese es Chichung, mi amigo chino, el que tiene los ojos como Bruce Lee y Jackie Chan. El que me dejaba entrar a su estrecha casa improvisada en la parte trasera de un restaurante y quien me dio a probar platillos exclusivos que muchos aún ni se han imaginado ¿O quién de ustedes a probado sopa de mandarina o tamal chino? Estoy seguro que ninguno.
Chichung tuvo que ser víctima de nuestra profunda ignorancia bogotana, pues la administradora del conjunto en el que vivíamos y en el que su papá tenía un restaurante, lo culpaba de todo porque lo veía como un bicho raro, cualquier cosa era culpa del chinito, pues según ella, era cochino, comía ratas y era un bandalista, eh vieja pa ser cansona. Pobre Chichung, le tocó sufrir esa discriminación de la mayoría, esa indiferencia que nos caracteriza a los bogotanos cuando queremos que la mayoría nos apruebe. Pero bueno, él era mi amigo y me quería y se la pasaba en mi casa también y jugaba con mis juguetes y me enseñó a decir hijueputa en chino 'yunamagajai' (Por lo menos así se pronuncia) Y cuando todos los niñitos que estoy seguro ahora son adultos, casados, de corbata, abogados o ingenieros, lo señalaban, yo le tendía mis manos y él con su familia me invitaban a la Colonia China y a la Embajada China a celebrar La Navidad y El Año Nuevo que definitivamente se dan en fechas diferentes a las que estamos acostumbrados en occidente.
Tanto sus papás como los míos eran muy cordiales con él y conmigo y eso, una vecindad criticona, solapada y atolondrada nunca podría soportarlo, afortunadamente mi papá me educó para no hacerme bajo el sol que más caliente sino en el que yo creyera conveniente. Chichung pasó muchas humillaciones pero ahora vive en Estados Unidos, tiene una linda chiquitina y una esposa bien bonita. Los niños que nos molestaban, me imagino que ven realities, van al Bodytech y tienen ridículos ringtones. Que viva Chichung que va a montar su restaurante por allá lejos, mientras los demás critícan a un compañero de trabajo en una aburrida reunión social.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena historia!

JuanTrueno dijo...

esta enamorado de chichen