martes, diciembre 20, 2011

Esclavo.

Lees a fondo sobre la esclavitud, y te estremece. Te consternas y te arrepientes por todas las atrocidades que has hecho con las vidas de otros. Sientes verguenza por esas vidas decadentes, manipuladas, arregladas y sacudidas, como de títeres. Agradeces a los dioses debido a que no tuviste que replicar una de esas vidas. No fuiste un esclavo, no sentiste latigazos en tus espalda ni el alborotado aliento del sol sobre tu piel, te sientes afortunado, crees que todo está bajo control pero al parecer eres timidamente estúpido al no darte cuenta del apocalipsis que vives de pies a cabeza. Estás compuesto por traumas por pasos en falso por devenires que se quedan en nada. Eres víctima del reflujo social y jamás te has percatado que estás frente a un computador en un escritorio siendo un esclavo más, uno de esos por los que tanta lástima sientes. Estás encadenado a un Excel, a un horario, a un e-mail. Te latigan con palabras, con ridículas sumas de dinero. Eres esclavo, tienes dueños. Tienes un contrato que certifica tu esclavitud, no eres tan libre como creías ser. Apestas para muchos y eres una máquina servil, mírate en detalle y arráncate el corazón porque pronto un golpe de la nada te derribará sobre ese azadón que desde hace mucho no has querido soltar para que un banco te trague a pedacitos con todos sus intereses ninjas y sus cobros de juguete. Pobre esclavo el que eres.

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